Las consultas internas deberían ser obligatorias

Si en verdad queremos que nuestra democracia funcione bien desde la base, es necesario que esta se organice de tal manera que sean las mayorías quienes decidan cuáles han de ser las personas que les han de representar en los debates que se dan en lo público y también en instituciones políticas como los partidos.

Mucho se ha hablado sobre los costos de la pasada consulta liberal sin tener en cuenta lo necesario de este ejercicio, que debería ser obligatorio para todos los partidos políticos, porque solo de esta manera se puede comprobar si tiene una militancia que está de acuerdo con sus postulados, o si es más bien una especie de empresa unipersonal con buen nombre y apellido.

Las críticas al Partido Liberal no han cesado, todos los días se escuchan o se leen centenares de opiniones en contra de esta jornada electoral, con análisis banales y superficiales, típicos en una sociedad que se limita a repetir como loros lo que otro dice, sin detenerse a pensar si es verdad o mentira.

Era evidente que, al tratarse de una decisión de un partido político, el número total de votos no podía ser comparable al de una elección presidencial, en la que todo el país tiene interés. No entiendo por qué esperaban una votación que fuera más allá de los dos o tres millones de sufragios, cuando los que participaron son quienes tienen sus ojos puestos en el oficialismo liberal, que, por importante que sea, vale pena decir que hoy no es el mismo que fue en un pasado y por el que actualmente muy pocos demuestran pasión.

En lugar de criticarle por mantener la decisión de realizar una consulta interna para escoger su candidato presidencial, al Partido Liberal debería felicitársele porque fue el único grupo político que decidió preguntarle a sus simpatizantes mediante el voto cuál de sus dos aspirantes creían que era el mejor para representarle en la próxima campaña electoral.

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Insisto, estas consultas deberían ser de carácter obligatorio para cada partido, porque solo de esta manera los organismos de control electoral podrían vigilar que estos representen a determinado grupo de la sociedad colombiana, con una ideología o tendencia clara y que no corresponda a intereses de carácter personal que mediante firmas buscan llegar a determinado cargo, vaya uno a saber si con intenciones oscuras.

Lo anterior debería servir de base para una verdadera reforma política, sin embargo, esto no importa. Aquí solo importa que un político pueda moverse de un partido a otro al son que le toquen, sin ser acusado de doble militancia. Las soluciones que puedan servir para que a futuro este país funcione a través de una democracia seria poco interesan.

Y lo peor de todo es que cuando se lleva a cabo una jornada como la que acaba de realizar el Partido Liberal se le busca el talón de Aquiles para caerle encima y destruirle, no importa si se hace con argumentos bastante hipócritas como el costo de la consulta, ¿Por qué entonces no se sorprende cuando se denuncian los malos manejos administrativos que terminan en desfalco a las arcas públicas? ¿Por qué no arman el mismo alboroto cuando se conoce el enriquecimiento de determinada persona a través de millonarios contratos con los refrigerios escolares? ¿Por qué no ponen el grito en el cielo por las precarias situaciones de familias enteras en departamentos como el Chocó, Nariño, Arauca, etc., donde la corrupción política, adueñándose de miles de millones de pesos, actúa con plena libertad? ¿Por qué no dicen nada por la falta de transparencia en las alcaldías locales de Bogotá, las que ediles de las diferentes JAL han tomado como “caja menor”?

Ejercicios como estos son necesarios al interior de la democracia en los partidos políticos. En lugar de criticarles negativamente, se debería exigir que se extiendan de manera obligatoria para todos.

@sevillanojarami

Columna de opinión publicada en El Espectador.com

 




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